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Venerable – dijo un día el joven al volver del pueblo – he oído a algunas
personas hablar mal de tu amigo…
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No te preocupes – respondió con tranquilidad el anciano – siempre, diferentes
personas opinarán diferente, de diferentes personas…
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Es que hablaban del pasado de tu amigo y, al hacerlo, contaban cosas que contradicen
el concepto que tenemos de un iluminado…
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¿Y no has pensado, amigo mío, que tal vez – dijo el anciano sonriendo serenamente – sea
nuestro concepto el que esté equivocado?…
El
joven guardó silencio, pensativo…
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Por otra parte – agregó el anciano – es posible también que lo que hayas escuchado
acerca de su pasado corresponda a los tiempos en que él aún no estaba
iluminado…
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Tienes razón, venerable – dijo el joven seriamente – ambas cosas son posibles…
Pero dime, tú que lo conoces desde antaño, si es verdad lo que se cuenta de él…
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Dime lo que has escuchado, por favor…
El
joven contó, detalladamente, al anciano todo lo que aquellas personas habían
dicho de su amigo…
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Es verdad – dijo entonces el anciano…
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Pero, venerable – continuó el joven, sorprendido - ¿puede alguien con ese
pasado haber sido verdaderamente iluminado?... ¿No es acaso la iluminación algo
que se nos otorga por el merecimiento que nuestro esfuerzo en el Camino nos
aporta?...
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No hay merecimiento alguno en nuestro esfuerzo, amigo mío – dijo muy seriamente
el anciano – Debemos recordar que la iluminación no es un premio sino un
inmerecido honor, y una gran responsabilidad…
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Ciertamente, venerable, perdóname… ¿Pero cómo puede Él iluminar a alguien con
semejante pasado?...
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Cuando Él nos ilumina, no lo hace, tal vez, porque seamos buenos – dijo el
anciano mirando fijamente a los ojos del joven –sino para que lo seamos…
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Luego, nada garantiza la iluminación, ¿verdad, venerable?...
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Asi es, ni el pasado ni el presente, bueno o malo, son garantía (o no) de
iluminación…
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¿Simplemente – dijo el joven pensativo – debemos buscarla con sincero y genuino
esfuerzo?...
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La búsqueda de la iluminación es, en sí misma, un producto de la avidez de nuestro
yo…
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Deberíamos, entonces, venerable – reflexionó el joven – encaminarnos hacia la
Luz porque sí, porque es bueno hacerlo, sin esperar ningún resultado como
consecuencia de ello, ¿verdad?...
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Asi es, amigo mío – respondió el anciano sonriente – Y dejemos que quienes
hurgan en el pasado, para desvalorizar
el presente, lo hagan a su gusto, con libertad, pues al hablar del pasado de
otros, están hablando simplemente de su propio presente…
El
joven asintió pensativamente…
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Pero dime, venerable – pregunto aun - ¿Por qué El iluminaria a alguien que tuvo
un pasado lleno de errores?...
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Jamás lo sabremos, Su voluntad es inescrutable – dijo el anciano mirando el
horizonte – pero tal vez, haya sido ese el modo de rescatarlo de su caída, la
medicina necesaria para curar su alma… Por otra parte, nadie busca lo que ya
tiene, de manera que, si buscamos la Luz es, simplemente, porque estamos en
penumbras…
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¿La Luz entonces cura el alma dolida, venerable?...
El
anciano asintió con un leve gesto de la cabeza, mientras encendía su vieja pipa…
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Fumemos, amigo mío, nuestras pipas en paz y dejemos que Él ilumine a quien quiera,
confiando en Su voluntad sin juzgar ni al iluminado ni a Quien lo ilumina…
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Venerable – dijo el joven todavía - ¿Cómo sabremos si un iluminado lo es
verdaderamente?...
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Si difunde la Luz, lo es – respondió el anciano mientras fumaba su pipa – más allá
del pasado que haya tenido…
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Lo que importa, venerable – reflexionó aun el joven – no es el pasado sino el
presente, ¿verdad?...
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Es en el presente, ahora que es aquí, donde sucede nuestra vida – dijo
pensativamente el anciano – y donde converge nuestro pasado, y los innumerables
pasados que en el cosmos fueron antes que nosotros…
El
joven miraba el horizonte mientras escuchaba las olas del pasado en el mar del
cosmos…
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Ah, mi buen amigo – continuo el anciano – qué gran responsabilidad tenemos al
poder decidir qué queremos hacer con nuestras vidas, a partir de este presente,
que en verdad es eterno si así lo comprendemos… ¿Qué haremos, dime: lo
dejaremos pasar y perderse en la nada? ¿O afrontaremos con valentía nuestro
sino y, después de revisar nuestros pasos, reescribiremos el texto de nuestras
vidas?...
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Nuestra es la decisión, ¿verdad, venerable?..
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Y la responsabilidad, amigo mío…
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Y dime, venerable – dijo el joven mirando al anciano de reojo, con una sonrisa–
¿Qué te ha contado tu amigo? ¿No es en ese eterno instante donde sucede la
iluminación?... Es entonces que comprendemos que somos parte de Aquello que Es,
¿verdad?...
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Tu mirada es clara, amigo mío – dijo el anciano sonriendo y mirando al joven de
reojo – Sí, eso me ha dicho mi amigo, agradecido por haber sido bendecido en el
presente, a pesar de su pasado…
Las
estrellas brillaban en el cielo profundo de la noche, mientras el joven y el
anciano fumaban sus pipas, saboreando en silencio su pertenencia a la eternidad
del presente…
Anónimo
Compartido por el Marcelo Manetti, nuestro profesor de Filosofia, quien dicta los talleres de Iching y "Recorriendo el Laberinto"
